30 abril 2005

About: muerte

Aunque no sea lo habitual, voy a colgar una crítica de un trabajo que he hecho sobre el libro "Tratamiento de enfermos terminales". Es el más desagradable, sin duda, que he leído en mi vida. El trabajo en sí no os lo voy a poner, porque sería una tontería, pero sí una reflexión sobre la muerte que me gustó y me sale del blog ponerlo:

Una reflexión obligada: la muerte digna

Se habla con una cierta seguridad de la dignidad de vida y de la muerte en esta obra. El autor llega a localizar la dignidad en el mantenimiento de la vida y a rechazarla categóricamente en la negación del derecho a la misma. Me parece, a mi juicio, una afirmación bastante recurrida, repetida por aquellos que rechazan la eutanasia abiertamente. Es una conclusión que parece no tener fundamentación, porque se limita a decir lo que es digno o no, pero sin dar motivos. Definir la dignidad ha sido objeto de la Filosofía desde el comienzo de esta disciplina y son muchos los resultados que, pese a no caer en el Escepticismo, resultan inconcluyentes. Es por eso por lo que rechazo abiertamente la valoración del autor. Si considerara “justo” lanzar este tipo de comentarios, me atrevería a preguntarme sobre la dignidad que posee un individuo cuyo único método de comunicación es golpear una cacerola con una cuchara de madera, o la de aquellas personas en tales situaciones de pobreza que no desearíamos ni al peor de nuestros enemigos. Pero no voy a caer en esa falacia y, esta vez sí cayendo en el escepticismo (no por vocación, sino por necesidad), diré que nadie puede delimitar la dignidad ni mucho menos atribuirla. Si alguien tuviera que hacerlo, que sean los filósofos, y no nuestros corazones, impulsivos y egoístas.
Rechazo, por tanto, la valoración de la dignidad y recurro a otro término menos polémico: derecho a la vida. Y digo derecho y no obligación, que es lo que parece que se entiende en muchos casos. De la misma forma que en nuestro país se tiene derecho a la atención sanitaria prestada de manera gratuita, un ciudadano español puede acudir a una clínica privada para estos temas. Elección al fin y al cabo. Se puede pensar, por supuesto, que este sea otro argumento más de los muchos que agotan los simpatizantes de la eutanasia, y puede ser cierto. Es un argumento al fin y al cabo del que habría que hablar mucho. No quiero decir con esta defensa “parcial” que me coloque del lado de pensadores, directores de cine ni de espontáneos sociólogos a la ligera: mi postura debe matizarse y para ello vuelvo a meterme en el papel de psicólogo en potencia. El que el deseo final de un individuo sea su propia muerte puede ser considerado como un fracaso para el psicólogo, y es así: de la misma forma que una terapia contra la depresión no finaliza hasta que desaparecen una serie de síntomas, el psicólogo debe esforzarse por hacer volver a ver al paciente un lado positivo de su vida, con las herramientas que le sean posibles. Se intenta así no caer en “eutanasias prematuras”, evitables, que son contra las que se deberían rechazar, y me explico: no estamos hablando de una mala racha que se acaba pasando, o que se puede ocultar con manías u obsesiones; estamos hablando de la muerte y de la no posibilidad de dar marcha atrás. Por eso el psicólogo debe asegurarse que el desprecio de la vida no es algo pasajero y está claramente fundamentado y sea lo más racional posible. Esta sería la eutanasia que, a mi juicio, debería estar permitida: la verdadera, porque no haya más opciones que en vida puedan llevarse a la práctica. Pero bueno, no soy quien para juzgar a nadie.

2 comentarios :

  1. Muy buen comentario, y muy bien redactario, en serio, me ha sorprendido mucho. Se nota que lo has meditado mucho y es sorprendente a la conclusión que has llegado, mucho más simple y precisa que las falacias de la tele. Me alegra mucho porque dónde otros ven síntomas y patrones de conducta tu has logrado ver a la "persona" que hay detrás.

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  2. Bueno, hermano, qué te puedo decir? A veces el ser humano se ahoga en charcos de agua que parecen océanos y se agobia por nimiedades que en realidad son sólo suspiros.ya sabes a qué me refiero,no? Pero también es cierto que, como dijo el poeta, la vida es sufrimiento y el ser humano, a pesar de su desapego por la vida, teme a la muerte.
    Cuando la muerte llega, todos nos convertimos en corderitos asustados, pensando en lo que hemos hecho y en lo que hemos dejado de hacer, rogando a ese al que llamamos Dios (o al tiempo, o al destino) que nos conceda una nueva oportunidad para volver a vivir.
    No obstante, es en esos momentos cuando es necesario aplicar una bonita frase de Juan Valera (autor de "Pepita Jiménez"): "Vivimos para padecer y morimos para descansar", porque la vida, a pesar de todo lo bello que contiene, es un proceso de aprendizaje continuo.

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