Nos encontramos ante algo que ninguna ley puede parar, que no hay dogma lo suficientemente potente como para convertir en pecado, ni pueblo lo suficientemente fuerte como para salir a la calle a gritar en su contra, ni arma que pueda destruirlo. Hablamos de una afrenta que cada año se hace más fuerte y que, pese a que nadie es capaz de escucharla en su plenitud, acobarda a valientes y gallardos. Es un miedo al "puede ser", a "la locura en la que puedo hundirme", al dolor, a lo que apabulla. "Sin Perdón de la Fiestuqui 2014: Lo que no debió concebirse".
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