Hay una imagen extendida y muy estereotípica de lo que viene siendo el mundillo operístico: una señora de amplias proporciones (eufemismo de "gorda") cantando muy alto (eufemismo de "berreando") en un escenario que por costumbre viene siendo de cartón. Normalmente esta señora suele ser una walkiria y como vikinga folclórica, lleva su casco con cuernos. Y nada más. Pues nada más lejos de la realidad: en este mundillo hay frikadas y surrealidades múltiples que volverían bipolar hasta al Ratzinger. Hay surrealidades y frikadas en lo referente a argumentos de obras (a patadas: solamente en este género musical es posible encontrar un ballet de monjas muertas en un convento que intentan violar a un pobre hombre) y surrealidades y frikadas en lo referente a la escena. Pues yo le quiero dedicar este post a esos directores de escena que, tras tomarse tres chupitos de ketamina, se inventan cositas del estilo de las que vienen a continuación (totalmente verdaderas todas).
Primer ejemplo: una ópera de Handel (1685-1759, barroco él), "Rinaldo". Básicamente esta obra, que cronológicamente se ambienta en la época de las Cruzadas, trata de las peleíllas de Rinaldo (que viene siendo el jefazo de los cruzados) con Armida (una hechicera que le hace la vida imposible al hombre). Supuestamente la escenografía tendría que representar un campo de batalla, con sus cruzados vestidos de uniforme, sus batallas, sus morillos infieles adorando a Alá y demás costumbres rutinarias de las Cruzadas. Pues bueno, hubo un sujeto al que le dio por innovar y en vez de situar la escena en un campo de batalla la situó en un salón hortera y en vez de vestir a Rinaldo de cruzado lo vistió de soldadillo. Lo mejor es su peleílla con Armida, que en vez de ser una señora maga es un Piolín gigante con cara de mala leche, que tras emborracharse con una botella de Tío Pepe se dedica a patearle el higado al pobre Rinaldo (en la versión original Rinaldo gana; aqui no sé yo). Foto de la función:
Segundo ejemplo: una obra de Verdi (1813-1901) que fijo que os suena: "Rigoletto". La obra cronológicamente se ambienta en el ducado de Mantua en el siglo XVI y trata sobre un noble salido y pervertido, el Duque de Mantua, que quiere perreo con una muchacha que se llama Gilda, que para terminar de arreglarlo es la hija de su bufón, Rigoletto. La primera escena tiene lugar en el palacio ducal de Mantua, en mitad de un fiestorro todo lleno de nobles y señoronas ricachonas. Pues bueno, hubo una lumbrera que le dio por modernizar un poquito la escena y convertir a los nobles en simios (al estilo Planeta de los Simios) y situar la escena en Raticulín en lugar de en el palacio ducal que todo el mundo espera. Y la cosa queda tal que así:
En la siguiente escena, tras una productiva y a la par humillante jornada laboral, llega Rigoletto a su casa y se encuentra con su hija Gilda. Si la escena fuera normal nos encontraríamos con una casita así, todo pobretona ella. Pero aqui, padre e hija viven en Ganímedes en una tienda de campaña amarilla, a la cual se llega a través de una cápsula interplanetaria:
Tercer ejemplo: otra de Verdi, "Un ballo in maschera", ambientada cronológicamente a finales del siglo XVIII y que narra el asesinato del rey Gustavo III de Suecia. La primera escena de la obra se sitúa en el salón del trono del palacio real de Suecia, con sus lamparitas, su trono, sus alfombras, sus tapices varios, etc. El rey pulula por allí feliz y contento mientras un grupo de conspiradores planea darle matarile. Bueno, el hombre al que se le ocurrió esta puesta en escena (Calixto Bieito, un día os tengo hablar que de este humanoide) también pone tronos y conspiradores planeando en el escenario (el que está de pie es el rey)...
Cuarto y último ejemplo: una de Wagner (1813-1883): "Tannhäuser". El tal Tannhäuser era un cantor alemán que un buen día se fue de vacaciones al Venusberg (el reino de la lujuriosa diosa Venus) y allí se quedó. La primera escena de la obra (que tiene lugar tras una bacanal, a mí los dos rombos) tiene lugar precisamente allí, en mitad de un descampado, donde Venus y Tannhäuser no paran de hacerse arrumacos. Pero hacerse arrumacos no significa que haya penetración de por medio. El que se encargó de la escena de estas funciones parece que de eso no se enteró (o era un salido, que todo es posible) y lo que hizo fue coger a un actor porno, dejarle en webs, ponerle una cabeza de cabra y mandarle a fecundar a la pobre actriz (que sería también porno, digo yo...) que hacía de Venus. Foto de tan magna escena:
Pero las frikadas y surrealidades no se dan solamente en el mundillo operístico. En los conciertos también hay bastantes. Una de las mejores: una "composición" de un estadounidense, John Cage, llamada "4´33", y que viene siendo la siguiente (cuando se calla el presentador comienza la obra):
Sí, es que no hay nada más: llega el director, se pone delante de la orquesta, cronometra 4 minutos y 33 segundos en el más absoluto silencio, se da la vuelta y el público lo aplaude. Y se acaba. Punto. Y la gente se viste de gala y hay quien paga un pastón para ir a escuchar nada. El tío (que murió en 1992) debía ser un cachondo según deduzco tras un pseudoanálisis fisionómico de su foto:
Para que luego digan que la ópera y la música clásica es siempre lo mismo... :p . Venga, ¡un saludo para todos!